martes, 11 de marzo de 2008

El Regreso

Camila es una adolescente de carácter un tanto complicado, impulsiva, incomprendida por sus padres y que, además, se ha reñido con el cepillo del tocador hasta vencerlo. Por el momento, cepillo y chica mantienen una distancia destructiva. Su madre agradece el hecho de que la joven haya heredado, al menos, el cabello lacio de su abuelo, porque de lo contrario su hija sería un fenómeno de circo impresentable, siquiera para los monos de la isla o, incluso, para los pescadores de la costa.

Una semana de merecidas vacaciones en una isla del pacífico animaría a cualquiera, menos a Camila, por su puesto, que decidió chantar nalgas en un oscuro rincón del bungalow. En la noche anterior al regreso a casa se celebró una fiesta en un bar de la playa, en el que todo el mundo –después de algunos litros de néctar martinesco- comenzó a destapar vergonzosamente las ollas, o como algunos prefieren decir “sacaron los trapitos al sol”. Lo mismo da.

Para sorpresa de todos los que conocían a la hija de los doctores Rodchenko, (ella pediatra, él abogado del Estado) fue difícil dar crédito a aquella escena. Ahí estaba, mezclada entre las ridículas camisas poco masculinas del escenario, una chica que tocaba apasionadamente el violín. Algunos aplaudieron, otros dejaron brotar las lágrimas ante un maravilloso Vals de las Flores, pero su padre se reservó el derecho de regañarle delante de todos al final de la pieza magistral. La joven, avergonzada y humillada hasta el último de sus cabellos, se sumió en un mar de pensamientos maquiavélicos que transgredían el peor de los delitos cristianos: no matarás. Cómo podía alguien ser tan insensible con su hija, o sentirse no correspondido a los esfuerzos paternales por el simple hecho de que… Sí, él se dio cuenta. Camila no asiste a Harvard como se suponía: sólo pensaba en la manera de burlar a sus padres para ser violinista, quizá en un mediocre coro de Nueva York. La traición merecía aquel castigo y, sin embargo, Camila estaba ofuscada de rabia.

La vuelta a Nueva Jersey fue incómoda y silenciosa. La hija de dos profesionales había desperdiciado un futuro brillante y, lo que es peor, había engañado a un abogado. Algunos dicen que cuando ella regresó de su primer día de clases, encontró un libro biográfico de Tchaicovsky sobre su cama, y que una sonrisa luminosa se dibujó en su rostro. Fue entonces que decidió hacerse un torniquete en el pelo, como a su papá le gustaba, con broche y todo, para parecer toda una profesional.

1 comentario:

Emma dijo...

¡yo puse a la adolescente complicada que no se peina!
Todo un honor. Muchas gracias.
A ver cuando pasas por MI blog a firmar ehhh!!