La alarma sonó a eso de las siete y once minutos, justo a cincuenta centímetros de mis orejas. Bueno, en realidad, de mi oreja izquierda porque la otra, por razones naturales, se encuentra a once centímetros de su par. Me levanté con calma y seguí la rutina: vestimenta, desayuno, cepillo de dientes, bufanda y a la calle. Allí percibí que el uruguayo de nivel madrugador intermedio sufre con pesar cada paso hacia su lugar de trabajo, donde –estoy segura- su primer acto de fe será hacia la gloriosa taza de capuchino. Y, debo confesarlo, no estoy tan lejos de esta realidad, sólo que en mi caso debo esperar a media mañana para que el efecto se prolongue hasta terminar la jornada. Amo el café, y esa es mi segunda debilidad. La primera, consiste en medir todo cuanto me rodea.
La palabra medir suscita distintos tipos de interpretaciones, algunas con connotaciones positivas (como contar, evaluar, apreciar, señalar, estimar) y otras con asociaciones negativas (tasar, calcular, regular, tantear) porque se vinculan con conceptos capitalistas, científicos e, incluso, pervertidos. Me llama mucho la atención esa tendencia de la gente a evadir las palabras que puedan malinterpretarse y todo aquello que suene deshumanizador, antiético o invasivo. ¿Será porque la sociedad intenta establecer el orden y la moral?, ¿tendrán que ver en esto las nuevas políticas sociales que ha impuesto el gobierno para que la gente deje de comer y ahorre energía, y que por eso la idea de regular provoca desconfianza? Lo cierto es que el pueblo uruguayo también evade las acciones correctas, que el gobierno no ayuda, y que muchos miden los parámetros de la economía, pero pocos prestan atención a lo que sucede en la realidad social, más allá de la teoría. Porque si se miden los datos documentados de los últimos años del fútbol, Nacional vendría a ser el equipo vencedor, pero en la práctica, Peñarol es el campeón indiscutible de la copa del torneo clausura, nos guste o no.
En fin, más allá de lo que se piensa al respecto, existe una lógica independiente que procede de la naturaleza de los hechos. La gente camina por la calle a las ocho de la mañana con cara de zombie, maldiciendo la llegada del lunes y la indigestión de pizza dominguera, pero ni la pasión por el fútbol tiene la capacidad de disuadir el pesimismo latente de este país. La queja constante aleja la iniciativa de cambio (a veces me preguntó por qué ganó el Frente Amplio). En lugar de esperar a que el café nos reanime por un rato, los uruguayos deberían preocuparse por mantener las cabezas encendidas con nuevas ideas y prácticas, y desayunar un poco antes-de verdad que nos cambiaría la cara-, siempre y cuando no lo impida un apagón. Pero de las debilidades que no podemos cambiar, mejor ni hablemos.
PD: Arriba, en la imagen, un conocido de la facultad.