miércoles, 20 de agosto de 2008

Stabilo Frutilla



El señor H.M, profesor de la facultad en la que estudio, sugirió el martes una idea para crear una ventaja competitiva para las Stabilo: una lapicera con sabor a frutilla para gente propensa a la distracción. Podría funcionar por tres motivos: porque los estudiantes se aburren fácil, porque la frutilla sintética no provoca alergia, y porque mucha gente que conozco le busca la quinta pata al gato. Sí, claro, a todos nos gusta obtener beneficios extra de cualquier cosa, o hacer un análisis profundo que saque a la luz el lado oculto de la vida, los intereses macabros que hay detrás de las marcas famosas, los defectos de nacimiento y cosas por el estilo. En este caso, chupar la punta de un bolígrafo con sabor a frutilla, mientras el resto de los compañeros sacan apuntes y miran con cara de Gato con botas al profesor (ver Shrek 2, la película).

Las líneas de la ruta (el documental de nuestra querida cineasta V.P.) habla de aprovechar las oportunidades que brotan a nuestro alrededor, y de ser capaces de criticarse a sí mismo (de forma individual y al pueblo en general), al tiempo que los voluntarios desarrollan las tareas constructivas para la solución de los problemas. Es como si las lapiceras, además de registrar conocimiento para el futuro, se ocuparan de alimentar a los infortunados diabéticos de hoy, que no son capaces de ver las gratificaciones del momento. Pero hay otra cosa: la frutilla siempre es sintética. ¿Será que a veces es necesario forzar a la gente para que saque lo humano que lleva dentro? A veces es necesario pintar las líneas de la ruta (con sabor a frutilla, eso está claro).

PD: En la foto, las lapiceras del futuro.

lunes, 4 de agosto de 2008

Las líneas de la ruta


Un grupo de franceses dedican el tiempo libre de los fines de semana a explorar todos los rincones del país -de modo voluntario- para que no falten recursos de auxilio para los discapacitados. Esto es: rampas, sillas de rueda, asensores, señalizaciones, etc.

Por otro lado, una uruguaya reúne esmero, talento y ganas para cumplir honorariamente la tarea de rodaje, en pro del cine documental y la responsabilidad social, para difundir el mensaje de las buenas obras que llevan a cabo los exploradores franchutes. Eso y bancarse tres años lejos de su familia (las vacaciones son la única oportunidad para volver a los abrazos, el dulce de leche y el "ta"), amigos, parientes no deseados y el té de la abuela. Allá no existen las visitas sorpresa, ni los bizcochos de dulce de leche -aunque sí los de queso-, ni gente que le guste el mate amargo. Acá, en cambio, no existe gente que se movilice porque sí, que pinte las líneas de la calle cuando se borran, o que junte los deshechos que dejan sus mascotas en la vereda.

Evidentemente, Uruguay sale perdiendo por dos cosas: la gente que se va al extranjero encuentra cosas que quisiera traer a este peqeño país (mientras deja todo lo bueno que pueda haberle brindado esta pequeña cultura en los países de Primer Mundo); y segundo, en Uruguay, cuando las cosas avanzan, la gente se preocupa por lo suyo y se olvida de que el país y la cultura se construyen entre todos (cuando en realidad, en lo que piensan, es cómo pueden mejorar el país mientras se miran el ombligo, y ven que países como Francia siguen creciendo y acaparando más uruguayos). No hay que dejarse estar, pero hay que parar de quejarse. Y, como reza el documental de mi querida amiga, hay líneas en la ruta. Está en cada uno elegir la más conveniente.


PD: Ya sé, en la foto el camino no tiene líneas. ¿Por qué será?