El señor H.M, profesor de la facultad en la que estudio, sugirió el martes una idea para crear una ventaja competitiva para las Stabilo: una lapicera con sabor a frutilla para gente propensa a la distracción. Podría funcionar por tres motivos: porque los estudiantes se aburren fácil, porque la frutilla sintética no provoca alergia, y porque mucha gente que conozco le busca la quinta pata al gato. Sí, claro, a todos nos gusta obtener beneficios extra de cualquier cosa, o hacer un análisis profundo que saque a la luz el lado oculto de la vida, los intereses macabros que hay detrás de las marcas famosas, los defectos de nacimiento y cosas por el estilo. En este caso, chupar la punta de un bolígrafo con sabor a frutilla, mientras el resto de los compañeros sacan apuntes y miran con cara de Gato con botas al profesor (ver Shrek 2, la película).
Las líneas de la ruta (el documental de nuestra querida cineasta V.P.) habla de aprovechar las oportunidades que brotan a nuestro alrededor, y de ser capaces de criticarse a sí mismo (de forma individual y al pueblo en general), al tiempo que los voluntarios desarrollan las tareas constructivas para la solución de los problemas. Es como si las lapiceras, además de registrar conocimiento para el futuro, se ocuparan de alimentar a los infortunados diabéticos de hoy, que no son capaces de ver las gratificaciones del momento. Pero hay otra cosa: la frutilla siempre es sintética. ¿Será que a veces es necesario forzar a la gente para que saque lo humano que lleva dentro? A veces es necesario pintar las líneas de la ruta (con sabor a frutilla, eso está claro).
PD: En la foto, las lapiceras del futuro.